martes, 9 de diciembre de 2008

Memoria De Mis Putas Tristes, de Gabriel Garcia Marquez


A los noventa años ¿Cuánto de la vida puede conocerse? ¿Cuantas historias, cuantas vivencias, cuantos amores sin consolidarse regados en los parajes de una ciudad ardiente, cuantas noches escribiendo contemplando el mar por una ventana y tantos y tantos recuerdos de una niñez apacible y de una madurez confusa a causa de los estragos que va dejando el tiempo y de los cambios físicos y mentales a los que uno se ve sometido. La vida es así de imparable, sus minutos y horas son heraldos infatigables que van recordando que lo vivido pasa al recuerdo, a veces cruel en la nostalgia y en la soledad. La vida es así: compañera inseparable de muchas aventuras.

¿Puede uno enamorarse a los noventa años? En el mundo de Gabriel García Márquez parece que si, en el mundo real pueda que sea improbable ya que la atención esta mas dirigida a los estragos del tiempo, el cuerpo ya no es el mismo. Memorias De Mis Putas Tristes es la historia de amores a través de los años, de una introspección en los recuerdos del protagonista que permite atisbar una vida llena de encantadoras, tristes y risueñas anécdotas, de amores de paso en cuartos lóbregos y mujeres de una noche, de las vicisitudes típicas de una larga vivencia donde se conocen casi todas las caras de la vida: desde el dolor a la risa, y casi al final del camino se hace visible una revelación: un segundo nacimiento, una nueva oportunidad para ser feliz en vida y eternamente a lado de Delgadina. La niña durmiente, la columna de 50 años en el diario la paz, el amor no correspondido a Damiana, las cientas de compañeras de una noche y la casa de Rosa Cobarcas sean quizá algunos de los mas importantes acontecimientos de la novela, o tal vez solo se deba uno dejar llevar por este universo de recuerdos de vida atraves de 90 años de existencia, la de un solitario encantador que a vivido ¡y de que forma!

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